No se puede negar que la innovación está en boca, y en el radar, de los gerentes. Es fácil entender por qué: nada podría ser más actual que el esfuerzo deliberado por crear alternativas eficientes para optimizar procesos, operaciones y resultados.
El concepto, sin embargo, está lejos de ser una novedad: Heráclito de Éfeso, un filósofo presocrático que vivió entre el 540 a. c. - 475 a. c., ya decía que la única constante es el cambio. Resistirlo, por lo tanto, no solo es contraproducente sino también inútil.
La innovación nunca aceptó los estándares, y Activy nunca se ajustó a ellos.
¿Qué es, de hecho, la cultura disruptiva?
Más que aceptar los cambios, queremos provocarlos